Imagen de la película "Luna de Avellaneda". |
La frase nace en la Europa medieval, época en donde los asesinatos eran cosa de todos los días y algunos poblados toman la determinación de frenar esto alegando que si no aparecía el culpable de un homicidio, todo el pueblo debería pagar una importante multa. Es por eso que ante la aparición de un cadáver, los pobladores lo cargaban y lo depositaban fuera de las fronteras para que la multa ya no sea un problema de ellos, sino de sus queridos vecinos.