Mostrando entradas con la etiqueta Arte y Diseño. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Arte y Diseño. Mostrar todas las entradas

28/02/2016

Dune de Alejandro Jodorowsky: La gran película de ciencia ficción que nunca se hizo


Empecemos desde el principio:


Dune es una novela de ciencia ficción escrita por Frank Herbert en 1965. Su éxito fue tal que en 1966 ganó el Premio Hugo (1) y en 1965 la primera edición del Premio Nébula (2) a la mejor novela de ciencia ficción. En otras palabras, Dune es una de las sagas más importantes de la literatura fantástica y de ciencia ficción de la historia.

La novela se desarrolla en un futuro lejano sobre un planeta árido, Arrakis o Dune, muy importante por proporcionar la especia Melange, eje fundamental del Imperio Galáctico. En este escenario, un adolescente perteneciente a una de las castas de la nobleza, Paul Atreides, está destinado a convertirse en el mesías, dictador y mártir del pueblo del desierto, los Fremen.
Distintas ediciones de Dune de Fank Herbert

01/09/2015

El maravilloso arte de crear un violonchelo

27/06/2015

Locos x Supergirl: Las mejores ilustraciones que inspira la bella prima de Superman.

Supergirl by abraaolucas

29/04/2015

La nostalgía del arte Retro Sci-Fi

La nostalgía del arte Retro Sci-Fi

The Vault Of Retro Sci-Fi, es un Tumblr dedicado a coleccionar arte retro futurista, es decir, arte futurista pero de varias décadas atrás.  Si para esta altura íbamos a estar protegidos por robots gigantes que manejaban espadas! Cuanta nostalgia. Acá les dejo algunas de las imágenes que más me gustaron del blog. No duden en visitarlo. Se van  a sorprender.


13/09/2014

Ted Nasmith y su visión del mundo fantástico de Tolkien

Aule y los siete padres
Aule y los siete padres.

El Nauglamir
El Nauglamir.

Morgoth y el Gran Señor de los Noldor
Morgoth y el Gran Señor de los Noldor.

Una visita inesperada.
Una visita inesperada.

El juego de las adivinanzas.
El juego de las adivinanzas.

Una conversación con el Dragón Smaug
Una conversación con el Dragón Smaug.

La comunidad dejando Rivendell.
La comunidad dejando Rivendell.

El Balrog.
El Balrog.

Los pilares de los reyes.
Los pilares de los reyes.

La furia de los Ents.
La furia de los Ents.

El retorno de Gandalf.
El retorno de Gandalf.

Minas Tirith.
Minas Tirith.

Final del juego en la montaña.
Final del juego en la montaña.

La sombra de Sauron.
La sombra de Sauron.


Ted Nasmith (1956, Goderich, Ontario) es un ilustrador y diseñador arquitectónico canadiense, conocido principalmente por sus trabajos sobre las novelas El Hobbit, El Señor de los Anillos y El Silmarillion, de J. R. R. Tolkien.

Desde pequeño dibujó por afición, pero al entrar en el instituto se inscribió en un programa de arte comercial. Fue tres años después cuando leyó El Señor de los Anillos por recomendación de su hermana y desde entonces centró su atención en él.

Fuente: Ted Nasmith Official Web

08/05/2014

LOVE Casa Batlló

La Casa Batlló es un edificio obra del arquitecto Antoni Gaudí, máximo representante del modernismo catalán. Se trata de una remodelación integral de un edificio situado en el número 43 del Paseo de Gracia de Barcelona, la ancha avenida que atraviesa el distrito del Ensanche (Eixample), en la llamada Manzana de la discordia, porque alberga además de este edificio otras obras de arquitectos modernistas. La construcción se realizó entre los años 1904 y 1906.

Casa Batlló


LOVE Casa Batlló, es un film que se difunde por internet, que nos lleva a recorrer la famosa Casa Batlló en un viaje lleno de arte y fantasía.

Fuente: La Casa Batlló, en una animación onírica

06/05/2014

Star Wars Storyboards: La inspiración visual de la trilogía original

Star Wars Storyboards: La inspiración visual de la trilogía original

Por primera vez Lucasfilm ha abierto sus archivos para presentar los guiones originales de la trilogía Star Wars, incluyendo el arte de las escenas conceptuales y las escenas eliminadas. Star Wars Storyboards es un libro de 352 páginas con 1200 ilustraciones que representan la inspiración visual detrás de los momentos icónicos de la saga. Sale a la venta en USA el 13 de mayo a un precio de U$S40.

The Illusion Of Life: Un vídeo con los principios básicos de la animación

Frank Thomas y Ollie Johnston

Los 12 principios básicos de la animación han sido desarrollados por la "vieja escuela" de los Estudios Disney, entre ellos Frank Thomas y Ollie Johnston, durante la década de 1930. Por supuesto que no eran hombres de edad en ese momento, sino jóvenes que estaban a la vanguardia de los grandes descubrimientos que contribuyeron al desarrollo de una nueva forma de arte. Estos principios fueron resultado de la reflexión sobre la práctica a través del deseo de Disney de utilizar la animación para expresar carácter y personalidad.

20/03/2014

COF Vive: Graffitis con sello argentino

Arte callejero en Buenos Aires

Arte callejero en Buenos Aires

Arte callejero en Buenos Aires

Arte callejero en Buenos Aires

Arte callejero en Buenos Aires

Arte callejero en Buenos Aires

Arte callejero en Buenos Aires

Arte callejero en Buenos Aires

"Si algo te apasiona, no lo dejes para los domingos, hay que darle rosca y romperse bien el #u10", aconseja COF. Santafesino, a los 17 años vino a Buenos Aires para aprender animación. Pasó un año de estudios y decidió volverse a su provincia, donde a fines de los 90 se inscribió en la carrera de Diseño Gráfico. En el 2000 arrancó pintando alguna que otra pared, pero todo tomó fuerza recién en 2007, cuando vivió tres meses en Barcelona y conoció a un italiano del que se hizo amigo. Invitado por él, salieron juntos a pintar la ciudad de un modo más compulsivo. Ahí fue donde obtuvo un buen training en paredes públicas. De regreso a Buenos Aires y trabajando como diseñador, a comienzos de 2012 se propuso pintar todos y cada uno de los fines de semana sin importar qué, a alguna pared tenía que darle. Y lo que en un principio funcionó como ejercicio para establecer el hábito, terminó siendo una vidriera. Una cosa llevó a la otra y de repente su nombre estaba estampado en las latas de aerosoles Kuwait, como el rojo COF, entre pedidos de trabajos privados e invitaciones para ir a pintar en otras ciudades, sobre todo en el interior del país.

Nota completa vía: Pasen y vean: arte callejero en Buenos Aires [Brando]
Web Oficial de COF: Cofvive.net/

23/02/2014

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color
PARIS OF MY DREAMS (París de mis sueños)

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color
VENICE GRAND CANAL (El gran canal de Venecia)
Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov: Pinturas al oleo llenas de luz y color

Leonid Afremov  (12/07/1955 - Vitebsk , Bielorrusia ): es un artista impresionista moderno ruso-israelí que trabaja principalmente con pintura al óleo y una espátula. Él desarrolló una técnica y estilo inconfundible que lo diferencia claramente de otros artistas. Afremov  promueve y vende sus obras exclusivamente a través de Internet, con muy pocas exposiciones y participaciones de comerciantes y galerías.

Fuente de las imagenes: Afremov.com (The official online virtual gallery of Leonid Afremov here you can order original oil paintings directly from the world renown artist Leonid Afremov). Más info en su blog: afremovblog.com

02/02/2014

Fontanarrosa: Una risa en medio de la desesperación de la vida.

Con un nudo en la garganta, tratando de disimular el dramatismo de la hora, el Pitu y el Zorro empujaban la silla de ruedas en medio del gentío. Camino al estadio de Rosario Central miles de personas reconocían a Fontanarrosa y se le acercaban para saludarlo. El Negro ya no podía mover las piernas ni los brazos. Una enfermedad neurológica degenerativa le había ido acorralando la cabeza, lo único que todavía funcionaba bien en ese cuerpo inmóvil. Muchas veces sus dos amigos de la Mesa de los Galanes habían recorrido con él ese mismo trecho, en los prólogos del ritual que más le gustaba a Fontanarrosa: sufrir por amor. Por amor a Central. El Pitufo y el Zorro, míticos protagonistas de tantos cuentos sobre fútbol y mujeres, iban destrozados por dentro, tratando de adivinar qué pensaría Roberto y viendo cómo la muchedumbre lo reconocía, lo alentaba, lo tocaba y le daba besos. De pronto, el Negro giró la cabeza, miró al Zorro y le dijo, con tono alegre: "¿Te das cuenta? Ya soy el Gauchito Gil".

Eso fue siempre Roberto Fontanarrosa: una risa en medio de la desesperación de la vida.
Eso fue siempre Roberto Fontanarrosa: una risa en medio de la desesperación de la vida.

Su madre, Rosa, que murió hace unos meses, señalaba irónicamente que su célebre hijo había nacido un día domingo y que eso era señal inequívoca de que iba a salirle "medio vago". A veces, el Negro se lamentaba de no haber tenido una infancia desgarradora, porque eso da prestigio literario, y de carecer de parientes artistas, puesto que eso otorga al menos la idea de un linaje. Nació en la calle Catamarca, en un hogar rosarino de clase media, y sus padres fueron un vendedor de seguros que amaba el básquet y un ama de casa que leía. De su padre, que había sido jugador de la selección nacional de básquet y luego entrenador vocacional, aprendió la pasión por los deportes y el humor: era un tipo avasallante, pletórico de amistades y de vida social, que no se preocupaba mucho por hacer dinero. "Todavía la ambición no era una virtud -recordó alguna vez su hijo-. Estaba mal vista." El Negro y su madre iban una vez por semana al cine y se tragaban la triple programación sin ningún sentido crítico. Función continuada: guerra, westerns y comedias. Lo que venía.


Tapa del suplemento semanal Hora Cero, aquél que tanto le gustaba leer al Negro y a tantos chicos de aquella época.
Tapa del suplemento semanal Hora Cero, aquél que tanto le gustaba leer al Negro y a tantos chicos de aquella época.
Aún no estaba instalada en el barrio la televisión como centro de la familia, así que el niño se crió leyendo la Colección Robin Hood y los globitos de ese verdadero cine pobre que es la historieta. Los dos momentos cruciales de su vida sucedieron cuando su padre lo llevó por primera vez a ver a Central y le inoculó la adicción al fútbol, y luego cuando comenzó a padecer el colegio: Roberto tenía de chico una timidez enfermiza y solía tirarse en la cama con un ataque de nervios para tratar de evitar que su madre lo llevara a clase. Era solitario e introspectivo, vivía leyendo Rico Tipo, El Rayo Rojo y Hora Cero (de Héctor Oesterheld), y garabateando dibujitos mientras hacía los deberes. El problema se acentuó cuando creyendo que todo eso prefiguraba un destino cercano al dibujo industrial, le sugirieron que cursara la secundaria en el Politécnico. El Negro se convirtió allí en una especie de vegetal, un lector de aventuras metido para adentro, ajeno a la enseñanza de las matemáticas y de la física. Fue una debacle. "¿Por qué hay que ir temprano a la escuela? -se preguntaba de grande-. Los inviernos eran más crudos y oscuros. Espantosos. Yo fui un pionero de la deserción escolar, y creo que todo lo que he emprendido en la vida fue para no levantarme temprano."


Primer chiste del Negro publicado en 1968.
Primer chiste del Negro publicado en 1968.
Repitió, efectivamente, tercer año y anduvo un largo tiempo sin hacer otra cosa que no fueran aquellos cómics amateurs que escondía en cajas de zapatos. Hasta que su padre, un tanto preocupado, lo conchabó en una agencia de publicidad. Allí lo recuerdan como un flaco negro y mudo. Hizo cadetería y aprendió los rudimentos del oficio, y sus trazos en el papel sorprendieron a los profesionales. Roberto se había anotado en un curso por correspondencia que dictaba la Escuela Panamericana de Arte, dirigida por su admirado Hugo Pratt, el creador del Corto Maltés. Al principio, su madre era escéptica: por la efectividad académica del método y por la puntualidad del correo. Pero Fontanarrosa se abocó obsesivamente a absorber todos esos conocimientos, que fueron los cimientos técnicos de su arte. Un contacto de la agencia lo invitó en 1968 a ilustrar una revista local de actualidad, y eso lo obligó a interiorizarse por primera vez en la política.


Una cosa llevó a la otra: comenzó a publicar sus primeros chistes y parodias en mensuarios rosarinos, y después pasó a la legendaria Hortensia, una publicación de tirada nacional donde Roberto dio a luz a Inodoro Pereyra y a Boogie el Aceitoso. El primero comenzó como una sátira de las voces camperas del Martín Fierro, y el segundo aludía humorísticamente a Harry el Sucio. Esas dos criaturas lo volvieron famoso. Sobre todo, cuando Clarín renovó su contratapa y le propuso mudar allí sus creaciones y ocurrencias.

Boggie El Aceitoso
Boggie El Aceitoso
Aquel muchacho medio vago se armó entonces una férrea rutina de trabajo de ocho horas diarias en las que dibujaba e inventaba contrarreloj, sacando agua de las piedras, situaciones de la vida real y bromas de la política argentina.

Cuando la jornada tocaba a su fin, alrededor de las 19.30, Roberto caía por la Mesa de los Galanes, un grupo de entrañables y lúcidos atorrantes que se reunía en el bar El Cairo de Rosario a conversar sobre cualquier cosa. De todos ellos, Fontanarrosa era el más callado. Sin embargo, aquellas entonaciones, aquellos temas y anécdotas aparecerían más tarde transfigurados en relatos cortos que el Negro comenzó a escribir. Dueño de un oído absoluto para el habla popular, pescador de pequeñas historias en esa usina de café, Roberto hizo lo que casi ningún historietista se atrevió: salir de los cuadritos y aventurarse en el difícil terreno de la literatura.

Tapa del libro Best SellerPrimero lo hizo con novelas como Best Seller y El área 18, donde se burla de aquellas peripecias de espías y mercenarios internacionales, que en verdad tanto le regocijaban. Su conocimiento del género resulta asombroso. Lo mismo lograría con muchos de sus cuentos breves, donde para producir tramas hilarantes imita a la perfección el lenguaje de los suplementos literarios, de la prosa periodística, del panegírico, de la ciencia pura y dura y, sobre todo, de aquel estilo narrativo que se podía leer en la revista Selecciones del Reader's Digest.

Ya Daniel Divinsky, heroico editor de De la Flor, venía publicando libros donde se compendiaban las andanzas de Inodoro y de Boogie, y antologías de sus viñetas y tiras gráficas. Cuando Fontanarrosa le acercó el primer volumen de cuentos cortos no dudó en jugarse entero. Daniel le corrigió la sintaxis y la ortografía, y lo siguió haciendo hasta su muerte. El Negro ya alternaba su profusa obra cuentística con sus colaboraciones como libretista de Les Luthiers y con su extenuante trabajo diario. Pero en cuanto encontraba un tiempo libre escribía de una sentada de cuatro horas el bosquejo de un cuento. Todos ellos son mecanismos para la carcajada, pero tienen un fondo casi imperceptible de melancolía. Los más inquietantes son los rosarinos, puesto que allí ha logrado desplegar una galería de personajes propios e inolvidables, una picaresca llena de localismos que sin embargo resulta universal.

Esa cosecha reconoce una influencia: la literatura norteamericana que el Negro se puso a leer. Salinger, Capote, Mailer y muchos más. Y las correrías ciertas o imaginadas de los muchachos de El Cairo y de los vecinos de su ciudad. "Cuando Fontanarrosa escribe se instala en una Mesa de Galanes intemporal donde charlan Roberto Arlt, Hemingway, Mark Twain o Chejov. Modestamente", opinó alguna vez el crítico Elvio Gandolfo.

La frase intenta hacer justicia con un escritor auténticamente popular que, como navegaba en la zona del humor, como era una mezcla extraña de Olmedo y Woody Allen, resultaba inclasificable para la crítica culta. "Lo contrario de lo humorístico no es lo serio -apenas se defendía Roberto-. Lo contrario es lo pomposo." Y Guillermo Saccomanno lo redondea: "Si un don tiene la literatura del Negro es hacerles sentir a sus lectores la estupidez humana. Quien no se haya reconocido en uno de sus cuentos, miente. Y se miente".

El Negro Fontanarrosa y Rosario central

El Pitufo refiere que cierta tarde dejó caer sobre la mesa una anécdota que lo había rozado. Un compañero suyo, también profesor en la Facultad de Arquitectura, llevó su automóvil al taller. Al mecánico lo llamaban Boogie el Aceitoso y la conversación rápidamente derivó hacia el fútbol: tanto el profesor como el tallerista y sus dos ayudantes eran hinchas fanáticos de Central. Ese mismo domingo los canallas tendrían que vérselas con los leprosos. "Y Ñuls viene ganando, nos van a pasar por arriba", exageraban. Estaban muertos de miedo. Uno de ellos propuso una solución mística: formularle un pedido especial a la Virgen. Se fueron convenciendo unos a otros, y entonces el mecánico cerró el taller y los cuatro buscaron una parroquia abierta. Eran las 5 o 6 de la tarde, se metieron en una y tomaron el lado derecho de la nave. Iban semblanteando santos para ver a quién se encomendaban, y encontraron finalmente una imagen ante la que se hincaron y rogaron. Como a uno le pareció que la Virgen podía serles indiferente, le agarró un piecito y comenzó a hablarle de manera más enfática. Con tanta mala suerte que un dedo de yeso se quebró, y los canallas salieron corriendo, aterrados por lo que habían hecho. Al día siguiente, el Pitufo recuerda que iba manejando y que de pronto oyó en la radio a alguien que denunciaba el hecho vandálico y les echaba la culpa a las nuevas sectas brasileñas. La Virgen no dio importancia al asunto: ese domingo Central ganó bien. "Cuando conté todo esto, el Negro no dijo nada -asegura su amigo del alma-. Pero un año después se vino con un cuento donde se recreaba y agrandaba la historia. Nos reímos mucho, y me preguntó si los aludidos querrían salir con sus nombres verdaderos." El Pitufo fue a verlos, creyendo erróneamente que pretenderían el anonimato. Resultó todo lo contrario: nadie quería perderse entrar en la posteridad y formar parte de un relato de Roberto Fontanarrosa.

En otra ocasión, el Zorro contó medio en serio y medio en broma que una noche en un boliche se había hecho muy tarde y estaban muy bebidos, y que el ligue no había funcionado. Fue entonces cuando él y su compañero comenzaron a evaluar la posibilidad de seducir a dos damas notoriamente poco agraciadas, con el lema barrial después de las cuatro, si es mujer, mejor. El Zorro se llevó a una y jura, con el mismo tono en que hablan los personajes del Negro, que era tan pero tan fulera que varios muchachos bajaron de un auto en una esquina para aplaudirlo. Fontanarrosa escuchó aquella chanza de bar y construyó con ella un cuento desopilante y costumbrista: Después de las cuatro. Maestro del diálogo realista y chispeante, muchos de esos textos fueron tomados por dramaturgos y actores, y convertidos en obras de teatro. Fontanarrosa cedía, sin preguntar demasiado, los derechos de autor, pero jamás se involucraba: le fatigaba tener que trabajar más y tenía la íntima idea de que si las obras no salían bien nadie le iba a echar la culpa. El mundo ha vivido equivocado es posiblemente la más representada.

"Nunca voy a ser un escritor importante en el sentido de que jamás vuelco en las historias los dramas personales míos, las cosas que realmente lastiman", pensaba. El modo de convertir esa falencia en arte se puede ver en Mamá, un cuento insólito en el que su narrador va revelando que su madre es alcohólica, fumadora, ludópata y finalmente ninfómana. El hijo, sin embargo, va justificándola desde el cariño. Su primera línea es indicativa: "A mi mamá le gustaba mucho el trago". Cuando el cuento se publicó en el libro Te digo más, varias tías y vecinas lo llamaron: "Robertito, nosotras no sabíamos que tu mamá tenía esos problemas".

El ensayista Pablo Gianera le realizó para la Audiovideoteca de Escritores (un proyecto muy valioso) una entrevista de tres horas que permanece inédita y que funciona como una suerte de testamento literario. Allí Fontanarrosa cuenta que una noche se despertó alterado: acababa de tener un sueño erótico con una amiga de su mujer. Por supuesto, su mujer se encontraba durmiendo a veinte centímetros de su almohada. "Y yo traicionándola con esa amiga." Esa situación fue el germen de un relato donde un hombre confiesa en cierto club de barrio un sueño erótico y lo meten preso. En la comisaría, frente a un oficial escribiente, va contando lo que sucedió sin aclarar que fue un sueño, y se defiende asegurando que ella lo había provocado.

Fontanarrosa le explicó a Gianera que la anécdota real puede ser un disparador, pero que pocas veces resulta más que eso: "La gente piensa que es fácil, se mete con un grabador en un bar y después escribe lo que se escucha y quedó grabado. Nuestro trabajo es ver, captar la mirada desde otro ángulo. A veces uno toma una expresión o una palabra de alguien real. Pero una cosa es eso, y otra muy distinta es elaborarlo de manera literaria".

También revela su rutina: "A medida que voy escribiendo un relato se me van ocurriendo otros. Tengo la ansiedad de los dibujantes. He trabajado más de lo debido, y a mayor cantidad, menor calidad. No puedo estar corrigiendo indefinidamente, y me agarra apuro por publicar. Me vuela el temor de que alguien pueda tener la misma idea de un cuento, cosa que finalmente nunca ocurre. Escribo un relato, lo dejo en una carpeta y paso al siguiente. Cuando termino veinte ya tengo la suficiente distancia: los leo entonces como si fueran de otro escritor y empiezo a hacer una pasada de correcciones. La última pulida la hace Divinsky. Es tan bueno que yo después ni siquiera lo noto".

Allí se reconoce completamente sorprendido con la facultad de Woody Allen para "ver lo que sentimos": "Cuando crea Zelig refleja eso que siempre vemos, gente que se mimetiza, que cuando habla con un peronista es un peronista. La diferencia es que Woody se dio cuenta de cómo inventar un personaje que sintetice ese fenómeno humano. Lo mismo pasa con aquella idea de siempre de que hay personajes del cine tan reales que parece que se salen de la pantalla. Con esa idea, hizo La rosa púrpura del Cairo. Y fijate en esas personas que en la vida parecen como fuera de foco. Mirá lo que hizo en Los secretos de Harry".

El diálogo se realizó en Rosario, cuando ya Fontanarrosa estaba enfermo y tenía que usar asistentes y lápices especiales para poder cumplir con sus dibujos, tiras y chistes. No encontraba entonces ese hueco de tranquilidad para escribir su prosa, y un amigo le prestó un departamento en Mar del Plata. Quedaba frente a la base de submarinos, era noviembre y el Negro tuvo seis días de felicidad haciendo cuentos. A razón de uno por día. Los escribía a mano y no se levantaba hasta que estaban terminados: luego, su mujer se los mecanografiaba. "Me sentía un escritor norteamericano", se reía.

Descubrir que padecía una especie de esclerosis lateral amiotrófica no fue fácil ni rápido. Resultó un proceso lento, lleno de marchas y contramarchas, pruebas y tratamientos, esperanzas y angustias. El cuerpo, como si jugara un dominó inexorable, se fue paralizando por partes, y no hubo nada que detuviese ese tobogán siniestro. Ni siquiera un trasplante de células madre, que se realizó en Montevideo. Eduardo Galeano lo visitó en el sanatorio y el Pitufo viajó para traerlo de nuevo a Rosario. "A veces, digo: ¿cómo carajo puede ser que esté así, en silla de ruedas y no pueda ni caminar cuatro pasos? -se preguntaba Roberto-. Sin embargo, llega un momento en que lo asumís."

Borges, si hubiera conocido esa desgracia, reivindicaría su coraje diciendo que jamás descendió al sentimentalismo. Es así: Fontanarrosa nunca se quebró; llevaba su maldición con enorme hidalguía. En los últimos momentos, cuando ya no podía ni probar la comida sólida (lo alimentaban con un complejo vitamínico), la Mesa de los Galanes se trasladaba a su casa. Los muchachos entraban, con un paquete de sándwiches, y se la pasaban hablando de fútbol y de minas. De vez en cuando hacían silencio para escuchar la voz susurrada y exánime del Negro, y seguían alborozados y optimistas con las anécdotas y las jodas internas. Cuando salían a la calle, dejaban de simular y se tomaban la cabeza y el corazón, destruidos por la evidencia de que su amigo se apagaba. Era una mente superdotada y lúcida atrapada en un cuerpo que lo hundía en las arenas movedizas de la muerte. Falleció finalmente a las 3 de la tarde del 19 de julio de 2007 en el Sanatorio Central de Rosario, una hora después de haber sido internado. Tenía 62 años y dejaba una obra impresionante, que ahora se edita de manera prácticamente completa.

Los muchachos de El Cairo se siguen reuniendo donde siempre, y no pasa una tarde sin que se recuerde alguna frase, algún gesto, alguna línea de Roberto Fontanarrosa. Uno de ellos me explica lo que pensaba de su legado literario: "De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga. No aspiro al Nobel de Literatura. Ya me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: «Me cagué de risa con tu libro»".

Uno de sus colegas revela un dato desconocido: cuando lo invitaron a hablar en el Congreso Internacional de la Lengua Española, que se hizo en Rosario en 2004, el Negro dudó mucho. Era un gran honor, le abrían las puertas de la Academia, pero él no sabía muy bien qué podía aportar entre tantos discursos ceñudos. Entonces, Tomás Eloy Martínez habló con su editor y le dijo: "Decile al Negro que no trate de ser otro ni de escribir una ponencia. Que sea él mismo". Y vaya si lo fue: su stand up sobre las malas palabras es un momento cumbre de la inteligencia y del humor.



"Sabés lo que pasa -me comenta el Pitufo-, el Negro era un argentino muy raro: tenía humildad y sentido común. ¿Dónde encontrás otro igual?." No puedo dejar de imaginar a aquel pibe introvertido y medio vago que leía Rico Tipo y lloraba para que su madre no lo llevara al colegio. Les pregunto por qué nunca se vino a vivir a Buenos Aires, por qué se quedó para siempre en sus pagos. Fontanarrosa me responde desde un globito garabateado en una servilleta imaginaria: "Porque Rosario tiene buen fútbol y bellas mujeres. ¿Qué más puede ambicionar un intelectual?"

Por Jorge Fernández Díaz | LA NACION