14/10/2013

El fútbol como estrategia económica

¿Es mejor ser el que más tiene o el que menos necesita? ¿Es válido ganar a cualquier precio? ¿Es más satisfactorio tener una empresa con 10.000 trabajadores que factura 10.000 millones o una con 100 trabajadores que factura 200 millones? Todo depende de cómo se mire: a veces darle una vuelta a la forma de plantearlo te hace descubrir cosas interesantes.

Este asunto me lo recordó esta infografía interactiva que publicó Quadrigram con una evolución comparativa de los mejores equipos de la Champions League de la temporada pasada. Recordemos que en esa competición participan los campeones de la liga de cada país (también subcampeones y algún otro puesto extra para redondear). Como suele suceder en el mundo del deporte, en teoría cualquiera podría ganar la competición: tan solo hay que meter la pelotita más veces que el adversario entre los palos de la portería. Pero la realidad indica que esto raras veces es así.

Veamos el otro punto de vista: los clubes son por lo general empresas privadas; contratan a los mejores jugadores para conseguir más socios, vender más derechos de retransmisión televisivos y de paso toneladas de merchandising. A su vez los organizadores de las competiciones, como la FIFA, les pagan en función de las clasificaciones que consiguen, por no hablar de que jugar a nivel internacional supone a su vez más beneficios por patrocinios, retransmisiones, etcétera.

Pero, ¿qué sucede cuando se mira todo esto desde otra perspectiva? Si se tienen en cuenta los presupuestos de los clubes la cosa cambia. Por ejemplo, en 2012-2013 Real Madrid y FC Barcelona con unos 500 millones de euros eran los clubes con mayores presupuestos de Europa, pero la Champions League se la llevaron el Chelsea (campeón) y el FC Bayern Munich (subcampeón), que dedicaron a sus presupuestos unos 300-400 millones cada uno. En la imagen se puede hacer clic sobre cada equipo y ver cómo las líneas sinuosas se trasladan a posiciones en la clasificación desde el punto de partida económico, lo que permite rápidamente ver quién mejora y quién empeora.

Según esto, un equipo como el Apoel FC griego fue un claro triunfador: llegó a cuartos de final aun partiendo de las profundidades de los clubes más modestos y con menos dinero. En cambio otros como el Manchester United fracasaron miserablemente pese a estar entre los más millonarios.

La gráfica permite también comparar por años, de modo que se puede ver cómo han ido evolucionando los presupuestos y puestos clasificatorios de cada equipo en la última década. Es un curioso ejercicio valorar a cuánto sale cada puesto, ronda o la propia copa en sí. Pero, más allá de todo esto, queda un efecto final.

En general tanto en el fútbol como en otros deportes ser segundo no vale absolutamente de nada. Nadie recuerda el nombre del subcampeón del año pasado, ni de quién quedó segundo en la clasificación de la Fórmula 1 de la temporada 2011-2012 ni quién consiguió la medalla de plata en la carrera de los 100 metros de los pasados Juegos Olímpicos. A veces parece como si ser primero fuera lo único importante, y en ocasiones ciertamente que lo es. En cierto modo, la estrategia de algunos clubes de apostarlo todo y tirar la casa por la ventana podría parecer acertada, si se plantea el juego como un «todo o nada».

Por suerte siempre queda la magia del deporte: el hecho de que en ocasiones de nada valga el dinero o un presupuesto enorme, de que el débil gane al fuerte, del David derribando al Goliath. Algo que es más común en las ligas norteamericanas (baloncesto, béisbol) que en las Europeas, precisamente porque su formato fomenta la igualdad y la competitividad. Aquí, mientras tanto, nos quedaremos con las gestas épicas, que curiosamente son más épicas todavía cuando se producen, lo cual también tiene su encanto.

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